¿El Ayuno Intermitente es bueno o malo para el cerebro?

“¿El Ayuno Intermitente es bueno o malo para el cerebro?” una oportunidad para conocer algo más de este sistema…

Cuando piensas en el ayuno intermitente como una posibilidad para tu vida, una forma de comenzar ese cambio de hábitos hacia una vida más saludable, surge la gran duda de cómo puede afectarnos en la vida diaria y las obligaciones que tenemos.

No es raro escuchar que la creencia relaciona ayunar o pasar tiempo sin comer con un menor rendimiento tanto físico como mental, por lo cual, “no es bueno” ponerlo en práctica si tenemos una vida que demanda todo lo contrario.

Por el lado del rendimiento físico, puedes checar nuestro post y conocer más detalles aquí; pero ahora ¿Qué sucede con el ayuno intermitente y nuestro cerebro?

¿Cómo impacta el ayuno intermitente (AI) en el funcionamiento cerebral?

Los beneficios del ayuno intermitente siguen siendo foco de numerosas investigaciones, muchos de ellos ya fueron comprobados científicamente, pero hay muchos más que continúan apareciendo. Veamos qué pasa con el cerebro.

Entre los estudios disponibles, se pudo establecer que el ayuno intermitente influye positivamente en la microbiota, esto es el conjunto de organismos y bacterias que coexisten en nuestro cuerpo y son fundamentales para su funcionamiento.

Se pudo establecer que el AI contribuye a diversificar las bacterias y organismos que componen la microbiota, un aspecto de gran importancia para evitar y prevenir una gran cantidad de enfermedades.

La influencia de la microbiota intestinal se extiende más allá del aparato digestivo; modula el sistema inmune, el sistema gastrointestinal y el sistema nervioso central, además de incidir en la comunicación entre ellos.

Se habla del eje microbiota intestino cerebro, interrelacionados entre sí al punto de que, por ejemplo, el estrés en el sistema nervioso central, puede afectar la función intestinal y provocar perturbaciones en la microbiota. (Fuente)

De igual manera, las afectaciones en la microbiota están relacionadas con enfermedades como autismo, esquizofrenia, depresión, Alzheimer, etc.

Aquí debemos considerar lo que se reconoce como Disbiosis intestinal (producida por la alteración o desequilibrio cualitativo o cuantitativo de la microbiota) y sus posibles consecuencias neuropsiquiátricas como son la ansiedad y depresión, trastornos en el  comportamiento social  (autismo), trastornos en el comportamiento alimentario, disfunción cognitiva, alteración del ritmo circadiano,  respuesta inmune, etc.

Sumado a ello, un desbalance de la microbiota puede generar alteración de la permeabilidad intestinal, que permitirá el ingreso al torrente sanguíneo de microorganismos, fármacos, toxinas, etc., que trae consigo una respuesta inmediata del sistema inmune, además de las consecuencias muy negativas para el organismo como reacciones inflamatorias, inmunológicas, autoinmunes y cánceres.

El AI puede aumentar la diversidad bacteriana y disminuye la posibilidad de generar un sobrecrecimiento bacteriano, que derive en Disbiosis o en alteraciones en la permeabilidad intestinal.

En relación a ello, un estudio afirma que “los ensayos clínicos muestran que diferentes tipos de ayuno intermitente mejoran el control de las convulsiones en la epilepsia, mejoran el funcionamiento cognitivo en la Enfermedad de Alzheimer y reducen los autoinformes de discapacidad a través del enriquecimiento del microbioma intestinal en la Esclerosis Múltiple”. (Fuente)

Igualmente, se considera que “la prevención de enfermedades neurológicas por prácticas de AI podría ser principalmente el resultado de los efectos que el ayuno tiene sobre la pérdida de peso y la sensibilidad a la insulina en sujetos obesos. Es decir, esto conduciría indirectamente a un mejor funcionamiento cognitivo y a la prevención de enfermedades neurológicas.”

Por otro lado, se habla de mayor resistencia al estrés en quienes practican ayuno, ese efecto se fundamenta en el hecho de que las cetonas, producidas a partir del ayuno, sirven de neuroprotectoras contra los estresores.

En este sentido la investigación revela que “Con el ayuno y el ejercicio prolongado, las reservas de glucógeno hepático se agotan y se producen cetonas a partir de ácidos grasos derivados de las células adiposas. Este cambio metabólico en la fuente de combustible celular se acompaña de adaptaciones celulares y moleculares de las redes neuronales en el cerebro que mejoran su funcionalidad y refuerzan su resistencia al estrés, las lesiones y las enfermedades. Aquí, consideramos cómo el cambio metabólico intermitente, la repetición de ciclos de un desafío metabólico que induce cetosis (ayuno y/o ejercicio) seguido de un período de recuperación (comer, descansar y dormir), puede optimizar la función cerebral y la resiliencia a lo largo de la vida. Con un enfoque en los circuitos neuronales involucrados en la cognición y el estado de ánimo”. (Fuente)

Complemento de ello, la sinergia entre ayuno y dieta Cetogénica, dan como resultado estados de más calma, menos ansiedad e incluso control del apetito, relacionados directamente con la estabilidad emocional.

También se ha probado que el ayuno contribuye a la neurogénesis, es decir a la creación de nuevas neuronas en ciertas partes del cerebro.

Otros efectos positivos del ayuno intermitente en el cerebro son (fuente):

Disminuye la neuroinflamación

Disminuye la desmielinización

Aumenta la neuroplasticidad gracias al aumento del BDNF o  Factor nerotrófico (que se produce por el ayuno y por el ejercicio físico)

Mejora la sensibilidad a la insulina en el cerebro

Mejora la biogénesis mitocondrial, las mitocondrial son las encargadas de producir energía dentro de la célula, un defecto en ella es responsable de patologías que generan enfermedades neurológicas.

En resumen, todos estos procesos (ahorro de proteínas, reducción de la inflamación, autofagia y aumento de la producción de BDNF) benefician a nuestro cerebro.

Por un lado, reducen el daño a las células cerebrales, por ejemplo, manteniendo bajas las reacciones inflamatorias y eliminando los desechos en el cerebro.

Por otro lado, también estimulan el correcto funcionamiento del cerebro, al promover la reparación celular y contribuir a la formación de nuevas células cerebrales y conexiones entre ellas, facilitando así la comunicación dentro del cerebro.

El BDNF en particular contribuye a este proceso de construcción, y los déficits en esta proteína se han relacionado con problemas cognitivos durante el envejecimiento, como la demencia.

Entonces, el AI tiene un efecto neuroprotector y, por lo tanto, contribuye al envejecimiento saludable. (Fuente)

Una última reflexión nos lleva a considerar que la complejidad de la temática requiere de la realización de numerosos estudios para poder determinar el impacto de las prácticas de ayuno intermitente en el cerebro.

Sin embargo, por el momento la cantidad de estudios realizados resulta insuficiente para obtener conclusiones definitivas; además de que hay ciertas limitaciones como que muchos de ellos se realizaron en ratones o en casos especiales como por ejemplo durante prácticas de ayuno por ramadán.

Asimismo, la amplitud de las variables que se deben analizar y la necesidad de análisis longitudinales en humanos, hacen de cada estudio todo un desafío. De igual manera, los estudios hasta el momento son muy alentadores y permiten seguir avanzando hacia descubrimientos muy productivos para la salud.


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